miércoles, 14 de marzo de 2012

LA NOTA PERFECTA

Por: Alma ANgelina C. Carbajal Guzmán






Música: Lenguaje universal que no conoce fronteras, idiomas, color de piel; o inclusive tener un status social alto o bajo, es una expresión única del alma.


Allan es un músico consumado. Escribe partituras a diario en la soledad de su estudio; tiene el mal habito de rascarse la cabeza, como 

si eso ocasionara que de vez cuando se despabilaran ideas dormidas en su materia gris. Compone en su Stradivarius notas que se le resbalan de los dedos en cada acorde. Entre cada reproducción da pequeños sorbos a su café expresso servido en una finísima tacita de porcelana traída desde Pekín. La vida de Allan transcurre por el momento en su estudio, ahí entre el silencio y el exilio, pasa horas tratando de componer, pero nada se crea en lo absoluto; es como si la musa en el momento que se dispone a tocar, saltara en un acto desesperado hacia la ventana; así era cada vez que tomaba el violín. Se encontraba extraviado en un bosque donde solo caían hojas al azar, donde no existían raíces .Hubo noches en que no pudo conciliar el sueño. Rondaba por su ser, por sus sienes, y en su frente, una tonada que no podía nombrar, ni siquiera ponerle una nota. Este suplicio estuvo presente en cada madrugada, desde esa noche en la que decidió volver a ejecutar, ese arte que desde niño le inculcaron.



Para ese entonces Natalie una estudiante de diseño se mudo a lado de la casa de Allan. La inspiración para ella se le escapo en un suspiro. Su madre murió el año pasado; tenía el luto presente en cada trazo que salía de sus manos. Su refugio era una buena botella de vino blanco, al mismo tiempo despejaba la mente, dibujando trazos en el aire sin pensar, mientras oía a Tchaikovsky y a Frank Sinatra. Coloco en las paredes de su pieza dibujos inconclusos: caras de mujer sin labios, hombres con ojos exorbitados, dibujos de animales con metamorfosis sorprendentes y páginas en color penumbra alrededor.


Una de tantas impávidas noches Natalie llego de la escuela, se sacudió el cabello, entro a su recamara a hurtadillas siendo ya muy tarde y con cierto grado de alcohol en el aliento, el cual contuvo para poder pasar inadvertida cruzando por la habitación de su padre. Se recostó sobre su cama revuelta en sabanas, miraba al techo decepcionada con una cara de queja; sus tripas hechas añicos por el consumo de vodka se estremecieron por algunos minutos. De repente se escucho el sonido de un violín desafinado; una sonrisita burlona se esbozo en sus labios, aproximándose a la ventana vio a Allan dar de golpes al suelo con el pie, ella se echo a reír. Allan asomándose por el balcón la miro, rio un poco sorprendido por la imagen que se reflejaba ante sus ojos; la sonrisa de una dama. Natalie se percato de la presencia de Allan y bajo la persiana; el por otro lado con afán repentino se animo por fin a escribir y ya con instrumento en mano las notas nacieron de forma espontanea y sencilla.



Desde aquel día Natalie se recostaba en el suelo de su pieza para escuchar tocar a Allan , para ella era como estar en el mismísimo Versalles; la música del violín la hechizo completamente , quedaba extasiada , sentía diluirse la calidez por los pliegues de su vagina , un Re subía por sus labios , sonrojando sus mejillas, era incontenible; un Mi desabotonaba su blusa al compas de un La , el Sol la alcanzo a penetrar con su resonancia hasta llegar a un orgásmico y regresivo ¡Mi!


 Natalie ansiaba que el creador de aquellas sensaciones finalizara por fin la composición sobre su piel.



Allan por su parte, daba rienda suelta a su imaginación al ejecutar su violín; la lujuria aprisionaba su cordura, su miembro vibraba con solo recordar a la ninfa que desato un frenesí musical dentro y fuera de él, se apasionaba aun mas visualizando a Natalie desnuda sobre el sillón de su estudio. Habiendo terminado tan exhaustivo concierto Allan y Natalie se acercaban a la ventana se hacían una reverencia el uno al otro quedándose inmersos en ese intercambio mutuo de ávidas miradas.



Para desgracia de ambos; Allan tuvo que volar a Paris de urgencia, su madre se hallaba grave. Antes de partir le dejo a Natalie su Stradivarius querido con una nota que decía:



Te dejo este violín el cual subyugaste con tu encanto, con ese semblante que le diste sentido a mi entusiasmo perdido, llevármelo seria inútil , si no tengo a la centella que encendió en mi, esta inusitada provocación para interpretar de nuevo. Debo decir que tú me has hecho sentir aquello que sepulte por años, jurándome a mi mismo nunca dejarlo salir, otra vez. Gracias a ti renací mil veces en ti, pero sé que el uno sin el otro no existen, el amor " Mon petite Natalie.....



Al leer esto Natalie no pudo evitar que de cada una sus pupilas se escaparan un par de lágrimas; quería alcanzarle, abrazarlo, por lo menos sentir de sus labios ese cariño que le profesaba con tanta pasión, lealtad, con tanto de su esencia.



Trágicas noticias se desplazaron en los principales canales de televisión: Avión con destino a la ciudad de Paris Francia, desapareció inexplicablemente, mientras volaba por el Atlántico. Natalie al escuchar la noticia rompió en llanto; su corazón se desfragmento, astillándole el alma, que gota por gota sangraba ese sentimiento que le dejo Allan, en lo que sería su último mensaje. Un aire insípido le toco en el rostro; la perdida había dejado sin habla, sin embargo y casi enseguida tomo el violín y salió de su habitación; Entro a casa de Allan, y dejando el violín en la estancia, corrió hacia el estudio donde tantas veces escucho las composiciones de Allan; se recostó en el sillón de fino terciopelo y se masturbo una y otra vez nombrándolo sin cesar como si se le entregase a el orgasmo tras orgasmo. Desfallecida de tanta locura y delirio se levantó con las palpitaciones aun frescas que oscilaban entre sus piernas, tomó del escritorio de caoba una fotografía de Allan que se encontraba debajo de las últimas partituras que dejo y un pañuelo que venía impregnado de café, tabaco y su existencia. Cerró la puerta, se detuvo un momento fuera de la casa observando la ventana que daba al estudio; a Natalie le pareció por un momento ver la figura de Allan mirándola detrás del cristal, solo se dio media vuelta e inexplicablemente se escucho a lo lejos el quejido de un violín.