Alma Carbajal G.
¿Cielo o Infierno? Estos mundos paralelos siempre han
estado entre la realidad de este mundo y los sueños del hombre. Despues de la llamada
Guerra Blanca, provocada esta vez por el Altísimo (Dios) contra Lucifer; sucedió entonces algo
sorprendente, como resultado de la batalla entre el bien y el mal – añadiendo que
Satanás siempre había tenido un vínculo
especial con respecto al racionalismo del hombre, sobre la igualdad en una
patria celestial de la cual había sido expulsado – está vez, con algo más que
simple suerte, y ante las lágrimas de los fieles creyentes, gano la batalla que
mucho antes de los inicios de la creación hubo gestándose en idas y subidas de
una balanza cósmica, esta única vez se hallaba a su favor. Dios no podía creer
su derrota. Lucifer no quería demostrar ligereza, quería por sobre todas las
cosas destruir a Dios, pero no fue justo, ni misericordioso; decretó que Dios
se sumergiera diez siglos en la agonía de los profundos mares, hasta que
cambiara su sentencia por otra aun peor. Dios sabía que podría contrarrestar
esta sentencia destruyéndose a sí mismo, sin embargo el resultado de esta
acción, comprendería la destrucción de todo lo creado, visible e invisible, acabando
definitivamente con la raza humana. Dios aceptó la sentencia. Lucifer sabía de
antemano que habría una condición para que su padre no tomara esa decisión en
un intento desesperado, así que le
impuso a la tercera parte de la humanidad que había quedado esta primera ley
para dominarlos:
Todos
vivirán con un digno representante, no será un Papa, ya que ellos en su mayoría
han terminado por minar a la propia humanidad, pero, el Papa lo elegiré yo. Un
niño será entregado cada mes para ser dominado por Legión. Si en el lapso de
trece días no soporta el asedio de los demonios, no podrá ser digno de tener a
su vez parte divina; pues en el alma humana debe habitar tanto el ansia del mal
como del bien, sustentando en su cuerpo una aberración divina – demoniaca. En lo
que respecta a los otros, todos los días sextos de cada mes he de llevarme 360
almas para mi ejército, esta segunda ley va designada para quienes vivan en los
alrededores de la capital, ellos no tendrán ningún derecho, quedando minada la
propia humanidad para los servicios de su amo y señor.
Así fue que todos acabaron habitando en lo que fueran
anteriormente las regiones de Umbría y Abruzzo, formando un solo estado, y su
capital, Citta Rossa. Pasaron muchos años para que naciera un niño entre los
sobrevivientes que pudiera soportar semejante posesión diabólica. Más tarde que
temprano nació un niño de ojos rojos, al que llamaron: Il Intoccabile. Ya que
se creía que las relaciones entre demonios – ahora libres en propia carne – y
humanos, tendría como resultado una nueva raza que terminara por socavar a los
hijos de Adán. Pronto el niño fue llevado a las puertas de los seis abismos
donde antes se encontraba la ciudad del Vaticano, fue ahí, donde ahora en la
actualidad, se había convertido en el reino de las prostitutas y los hijos del
diablo.
La prueba fue impuesta al niño, que luego de tres días de
difícil transición logro soportar el tormento, saliendo airoso ante los ojos de
Satanás. Los años pasaron y el imperante gobernador de Ciudad Roja, a pesar del
inicial rechazo de los humanos gobernó con equidad y escasa pero estable paz,
las regiones que quedaron habitables en la tierra.
Laileb, siendo este el nombre oficial del Papa Rojo,
dirigente y juez de la humanidad, fue instruido por Astaroth, el cual siempre
estuvo celoso y fascinado por el mundo del hombre, lleno de oportunidades
divinas como terrenas – para él siempre resultó magnifica la definición de lo
terrenal, por adjudicarse un derecho
propio, sobre el significado absoluto de la palabra – terminó siendo el guía y
hasta amigo de este hombre, que se decía, hablaba con facilidad tanto lenguaje angelical
como la lengua de los infiernos.
Pasaron décadas, y Laileb seguía reinando con la eternidad
de su lado. Pero los humanos “creyentes” que quedaban, quisieron rebelarse de
alguna manera por la afrenta hecha a Dios; planeaban derrocar al falso gobernador,
para después con la ayuda de los pocos ángeles que quedaban ir en busca del
Todopoderoso y sacarlo del sopor obscuro de la profundidad de los mares. Lo más
curioso de este plan es que estaba liderado por tres niños, de seis, nueve y
doce años; ellos dudaban en continuar con el plan, trabado por otro niño un
tanto mayor llamado: Mefisto, de tan solo trece.
Estaba cerca el día
de la Gabela, muchas personas serian poseídas, muertas en la posesión y
reclutadas en los ejércitos de Abdión, el nuevo imperio luciferino; pero entre
las seis puertas de los seis abismos y la ciudad imperial, estaba el laberinto
de la Ophidia; este complicado entramado
de paredes a simple vista, no puede cruzarlo un insignificante mortal, tan solo
precipitaría con mayor rapidez la entrada al limbo o al infierno; ahí, en el averno, en donde no parece la pesadilla
de un crio de dos años y las llamas no se comparan a las de este mundo, que parecen
pintadas en nuestra realidad, pero las de los infiernos, esas son una joya en
el arte incendiario, esas no queman, calcinan el alma con tan solo mirarlas.
Cabe mencionar aquí, que Jesús no tuvo nada que ver en la
batalla; entro en un coma cósmico y
sirvió de inspiración para las generaciones futuras de que algún día, el Hijo
de Dios, el hippie de hippies, pudiera salvarnos del aparente gobierno de un Satanás
que comparado con los dirigentes del pasado del mundo, es más que justo y
sincero con aquellos a los que siempre tuvo envidia de la buena.
El plan fue puesto en acción, de lo que no estaban seguros
los niños era de que hacer para fingir una supuesta posesión, leyeron libros
sobre exorcismo, vieron algunas cintas sobre exorcismos practicados por
sacerdotes – aclaro que las posesiones si eran a puertas cerradas en uno de los
amplios y grandísimos aposentos de Satán, lo que nos lleva a creer que todo lo
demás, fueron simples pantomimas hechas por humanos para entretener y suscitar
hechos sin validez de las autoridades infernales – la ficción no les ayudó
mucho, los niños optaron por recabar experiencias de aquellos que habían visto
alguna posesión; no pudieron obtener mucho ya que las personas de haber visto
algo más allá de los tres segundos, no hubiesen quedado ciegas en el instante
de ver a algún humano siendo poseído.
Con las pocas certezas de la
representación de una posesión más irreal que factible, emprendieron el camino
a las cercanías del laberinto, como se esperaba se perdieron a los 5 minutos de
haber entrado. Lo que no sabía el grupo de Mefisto es que Laileb se dio por
enterado, así que fue a buscarlos; para su sorpresa se encontró poseído por un
anterior arcángel, Gabriel, quien había cambiado su nombre a Leigrab, después
de haberse convertido a ángel caído; demandaba
ser el único que tuviera algún derecho de sangre,
para gobernar a la raza humana por parte de un Dios derrocado a un utilitarismo
arcaico, que ya nadie parece querer – pues todos parecen estar más interesados por una eternidad agitada, con algo que hacer, a una
existencia eterna y aburrida en un cielo en donde no se sabía a ciencia cierta
si alguien podría morir de aburrimiento – Laileb, se encontraba ya supurando
sangre por los ojos y la boca, mientras que a empujones de alma y corazón, el
arcángel caído hacia hasta lo imposible por matarlo, al cabo de 33 minutos de
lucha cedió ante tal embate de diablo.
Los niños al observar la implacable contienda, se les
pusieron los ojos negros, a Mefisto, por otro lado, se le había evaporado el
color del cabello, reposando sobre cada uno de sus volátiles cabellos, un blanco
aterciopelado. Leigrab salió ileso del combate y llevando sobre el hombro a su
presa, se dispuso volar hasta la corte de Lucifer para reclamar el puesto que
recientemente se encontraba desocupado. Lucifer no estaba contento por lo
acontecido, así que tomó al arcángel maldito de sus desgarbadas alas, y fue desollado poco a poco en tiras de piel
muy delgadas, este castigo no acabaría asa de fácil, porque la piel de un ángel
caído o no caído, se regenera en unas horas, el proceso tardaría una eternidad.
Lucifer no tuvo otro remedio que buscar al testigo que no
quedo ciego ante la posesión del Papa Rojo, para nombrarlo el nuevo gobernador.
Mefisto huyo de inmediato cuando se enteró de tal nombramiento; jamás fue vuelto a ver en esta tierra, ni en
otro círculo o llanura del infierno.
Con demasiado mundo Lucifer ya no supo que hacer. Se dice
que al contemplar el mar, cuando el sol se oculta y cambia de lugar con la luna – la cual quedo cornuda para siempre, y con un halo
dorado alrededor – ahí, en aquella
franja dorada reposan las lágrimas de Dios, que pone como recordatorio en la
tierra: que la libertad es una luz demasiado cegadora para poder contener
siquiera su verdadero significado.